Ryan Patterson, de diecisiete años, se encontraba
en un local de comidas rápidas de su ciudad natal de Grand Junction,
Colorado, en los Estados Unidos, durante el verano del año 2000.
De pronto vio un grupo de personas sordas que estaban comprando su comida.
En lugar de tratar de comunicarse con el cajero, usaron lenguaje de
señas con otra persona que luego hizo el pedido por ellos. Sobre
la base de esa experiencia, Patterson, que estaba terminando el colegio
secundario, desarrolló un guante sensor que puede interpretar
los movimientos de la mano que constituyen el lenguaje de señas
y luego traducirlos a texto en una pequeña pantalla.
El invento le valió un importante premio en la Competencia Siemens
Westinghouse de Ciencia y Tecnología y una distinción
similar en la Feria Internacional Intel de Ciencia e Ingeniería.
Patterson no conocía a ninguna persona sorda ni muda. Tampoco
sabía el lenguaje de señas. Sin embargo, había
leído sobre una chica que asistía al colegio secundario
en compañía de un traductor, cuyo costo corría
por cuenta del distrito escolar.
"Hay mucha demanda de traductores, pero éstos son pocos
y muy caros", declaró Patterson a The New York Times. "Se
me ocurrió que esto podría ser una manera de tener más
independencia".
Con la ayuda de un guante de golf, una placa, una notebook
y algunos elementos electrónicos básicos, Patterson,
que había empezado a trabajar en diseños electrónicos
a los cinco años de edad, creó el Traductor de Señas
para una feria científica local. Luego empezó a refinar
su invento. Reemplazó la computadora portátil por un pequeño
módulo inalámbrico de receptor y pantalla, tras lo cual
solicitó la patente. Según dice, una empresa se mostró
interesada en fabricar el guante, pero él quiere hacerlo solo.
Cuando
concibió el proyecto, Patterson se dio cuenta de que necesitaría
sensores que pudieran leer las posiciones de los dedos. Pero los sensores,
que son bandas flexibles de plástico revestido de carbón
que hacen las veces de resistencias variables, tenían que estar
sujetos a algo. Se decidió por el guante de golf porque tiene
todos los dedos y está hecho de cuero fino, lo que hace que resulte
más fácil identificar las señas. El hecho de que
el cuero fuera delgado también resultó útil cuando
se colocaron los diez sensores en los dedos y la muñeca del guante.
¿Pero, cómo podía advertir la computadora
si una mano estaba formando una B o una E? Patterson diseñó
un software que puede "aprender" letras o palabras mediante
cálculos basados en la distancia entre los dedos y la mano. Un
pequeño procesador y transmisor incorporado al dorso del guante
envía señales a la pantalla.
Como el tamaño de las manos varía según la persona,
y como también las señas de cada uno varían --al
igual que la inflexión de la voz--, el software incorpora
las particularidades de cada individuo, después de lo cual el
guante queda listo para entrar en acción y traducir los movimientos
de los dedos en aproximadamente la quinta parte de un segundo.
Patterson señaló a The New York Times que el artefacto
no está pensado para todo tipo de interacciones. "Sirve
para situaciones cotidianas básicas como ir a la tintorería,
pedir comida o funcionar en un aula", dijo. "No puede
reemplazar a un traductor humano, y llega un momento en que la gente
que no puede hablar siempre necesita un traductor".
La tecnología ya encontró un campo de especialización
en el sector de las personas sordas y mudas. "En cierto sentido,
esto se parece un poco a nuestros equipos de radiomensaje, que ya son
algo habitual en la universidad", declaró Mercy Coogan,
director de Relaciones Públicas de la Universidad Gallaudet de
Washington, que apunta exclusivamente a personas sordas o con problemas
auditivos. "Por lo que parece, este artefacto haría que
la gente ya no tuviera que andar buscando papel y lápiz para
escribir cuando quiere comunicarse".