A raíz de la inquietud por acercarse a los libros y a la literatura
que tenía Juan Druetta, de la comunidad sorda, desde el Centro
de Investigación y Difusión de Literatura Infantil y
Juvenil (Cedilij) —una ONG de Córdoba— se comenzó a
capacitar a docentes paranaenses. Así surgió esta iniciativa
de narrar cuentos en castellano y en lengua de señas.
Mónica Borgogno
Entre el público de la particular narración de cuentos
que se vivió en la sala del Centro Cultural
Juan L. Ortiz, estaba Emanuel, un niño de nueve años
que intentaba aprender nuevas palabras en lengua de señas para
poder comunicarse mejor con su hermano Juan. Los dos iban a poder compartir
lo mismo, porque los cuentos serían contados por Mariano Medina,
oyente y Juan Druetta, una persona sorda, especialista en cultura sorda
y en sociolinguística de la lengua de señas. En otras
palabras, cuentos en español en lengua de señas. Para
todo el mundo.
La sala se fue poblando de chicos y jóvenes de todas las edades.
Mientras tanto, podían recoger los libros de la biblioteca ambulante
del Centro de Investigación y Difusión de Literatura
Infantil y Juvenil (Cedilij), de Córdoba, y simplemente leer.
De repente, las presentaciones de rigor y ahí nomás,
arrancaron las historias, una más desopilante que la otra. Así el
público supo “Por qué los perros se huelen la cola”,
un cuento del escritor peruano César Vega Herrera, o las aventuras
de “unas 3.333 gallinas que vivían todas amontonadas
en el gallinero y un pollito, que un día iba a poner un huevo
de oro, pero antes, quería aprender a nadar”.
En otro momento, cinco adultos debieron subir al escenario y jugar
al teléfono descompuesto pero sin decir una sola palabra, únicamente
transmitiendo al otro la historia, a través de señas.
Un fiasco comunicacional, plagado de malentendidos, muy gracioso, que
sirvió para poner en evidencia un intercambio cultural entre
sordos y oyentes. Ése era, precisamente, el motivo de esta presentación
de narradores y animadores de la lectura, de la propuesta «Cuentos
Mano a Mano» que lleva adelante la ONG cordobesa.
LITERATURA.
El espectáculo fue la resultante de un intenso proceso
de capacitación que los docentes de la Escuela de Sordos e Hipoacúsicos
de Paraná hicieron en el marco del proyecto que vienen llevando
adelante junto a la Biblioteca Popular Caminantes y la Facultad de
Trabajo Social de la UNER, a partir del cual trabajan “El vínculo
de la literatura y la escritura como vehículo para los procesos
de ciudadanización”.
El trabajo de formación fue desarrollado por los integrantes
de Cedilij, esta ONG que “desde hace 23 años se dedica
a generar espacios de integración e intercambio cultural basados
en la diversidad cultural” tal como explicó uno de sus
miembros, Rubén López.
Como Juan Druetta, de la comunidad sorda, desde hacía mucho
tiempo, le preocupaba e inquietaba el poco o nulo acceso educativo
a la lectura, de las personas sordas y se sentía solo en esa
lucha, en el 2002 se acercó a esta institución y desde
allí empezaron a buscar métodos y formas de acceso a
la lectura y el libro para quienes no oyen.
Ahora, cómo es la lectura antes y después de esta experiencia,
fue la pregunta inmediata. “Hay un impacto importante dentro
de la comunidad sorda, porque la lectura en la lengua española
está basada en la escritura y la audición. En la lengua
de señas se usa el espacio y lo visual. Leemos, pero los gráficos
es otra forma diferentes de leer” explicó Juan.
En diálogo con EL DIARIO, los capacitadores y los docentes de
la escuela de sordos e hipoacúsicos, también explicaron
que “el castellano es una lengua extranjera para la comunidad
sorda, la de señas es su primera lengua”.
A su turno, la directora de la escuela, Alicia Martínez, agrega
lo suyo: “No lográbamos relacionar a las personas sordas
con la lengua escrita y con el libro. A partir de actividades propuestas
por esta ONG, descubrimos que los sordos estaban viendo en los libros
cosas que nosotros no veíamos. Hoy, en diferentes grados, todos
tienen una relación con el libro: unos juegan con el libro como
objeto, otros pasan y cuentan lo que dicen las imágenes, otros
hacen animación, inventan o crean historias”.
APRENDIZAJE.
Desde hace unos meses, la escuela ha organizado el taller
del cuento, donde los pequeños se disfrazan y recrean historias
y personajes. Con esta capacitación que implicó el aprendizaje
de nuevas técnicas de animación a la lectura, “la
idea es que se vayan desinhibiendo y arrimando a los libros que incorporan
texto, de modo que el chico comprenda que hay algo que está escrito,
que el libro me lo está contando y que me lo estoy perdiendo” dijo
el narrador Mariano Medina.
“Tuvimos que buscar nuevas formas, menos escolarizadas, de conectarnos
con el libro”, agregó María Eugenia Almeida,
del equipo de la escuela.
Poder contar un relato
“Yo siempre digo, para nosotros los sordos, el libro nos muerde.
Y esto marca los cambios que genera este proyecto. Antes de esta iniciativa,
los sordos no leían nada y después, muchos sordos terminan
pidiendo más, necesitan leer más, y no sólo lectura,
nos damos cuenta que como sordos, podemos contar a otros lo que dice
el libro, eso es lo más importante. Se ven esos avances”,
confiesa Juan Druetta.
Imagen y texto
Los libros-álbum, explicaron, suelen facilitar e incentivar
la lectura no sólo a las personas sordas sino a oyentes que
aún no saben leer y escribir. Rubén López esclareció y
definió a esta categoría de libros, como a aquellos en
los que “la imagen tiene tanta importancia como el texto; en
la mayoría de los libros el texto ejerce una autoridad por sobre
la imagen, en el libro-álbum texto e imagen, dialogan entre
sí. Aunque no digan lo mismo, un chico sordo o uno que no lo
es pero que aún no sabe leer pueden tener un nivel de lectura
sobre ese libro, interpretar”. Son libros —deberían
encontrarse en cualquier librería buena, diversa, advirtió López— “que
permiten mucha experimentación. Grandes artistas del mundo están
incursionando en la realización y diseño de libros-álbum
y tienen paradójicamente como público inmediato, no al
adulto sino al niño”.
Caperucita Roja (tal como se la contaron a Jorge), del escritor argentino
Luis María Pescetti, con ilustraciones de O’Kif , o La
escoba de la viuda de Chris Van Allsberg, son apenas dos ejemplos de
esta literatura.