Martes, 25 de Octubre de 2005 - Ciencia / Salud
Escuchó por primera vez a los 11 años

Un implante le cambiará la vida a un salteñito, que quedó ciego y sordo al nacer. La operación la hizo un especialista tucumano. El pequeño se comunicaba a través del lenguaje de señas creado por Hellen Keller.

En 1994, en la ciudad de Hipólito Yrigoyen, Salta, nació antes de lo esperado Gabriel Omar Barrionuevo. Llegó a este mundo a los siete meses de gestación. Aunque los médicos le habían dicho a la madre que era un bebé normal, Gabriel permaneció dos meses en una incubadora debido a problemas respiratorios,

Al darle el alta, le dijeron a su mamá, Ema Rosa Morales de Barrionuevo, que lo hiciera revisar por un pediatra y por un oftalmólogo. El diagnóstico fue un golpe muy duro para Ema y para su esposo, Omar Vicente Barrionuevo, empleado del ingenio El Tabacal. El exceso de oxígeno le había dañado el oído, y las lámparas ultravioletas le quemaron la retina de ambos ojos. El bebé había quedado ciego y sordo.


A partir de ese momento, Ema no hizo otra cosa que dedicarse a la familia y a Gabriel -el menor de sus cuatro hijos-. Nunca pensó en iniciar un juicio por mala praxis. Descubrió que para entender a Gabriel y para satisfacer sus necesidades, sus manos y sus besos reemplazaban la palabra y los colores del mundo que el niño no percibía.


Con mucho esfuerzo, el matrimonio enviaba a Gabriel, dos veces por semana, a la escuela para ciegos Corina Lona, en la capital salteña. Allí aprendió a comunicarse con el mundo gracias al método Hellen Keller, único lenguaje que existe para gente que es ciega y sorda al mismo tiempo. Y lo hace a través de señas que realiza en las palmas de sus manos y en su propio cuerpo.

Surge la esperanza

“Hace un par de años, la maestra de Gabriel me contó que había una operación que les devolvía el oído a muchos sordos. Me decía que aquí, en Tucumán, hacían esa operación; que no perdiera las esperanzas y que consultara con los especialistas”. A partir de entonces la mujer se trazó una meta: buscar todos los medios para que su hijo escuche.


Después de una serie de estudios, el experto tucumano Victorio Stok le confirmó a Ema, a comienzos de este año, que Gabriel, de 11 años, estaba en condiciones de recibir un implante coclear y recobrar el sentido del oído. Hace poco más de un mes, el médico le colocó el implante. “Me informaron que este es el tercer caso en el país que una persona ciega y sorda recibe un implante coclear”, indicó Stok mientras revisaba a Gabriel, minutos antes de que la fonoaudióloga Andrea Medina cumpliera con uno de los pasos fundamentales en este tipo de cirugía: el encendido del implante. El momento fue tenso, pero emocionante.


En presencia del doctor Stok, de la fonoaudióloga rehabilitadora Cynthia Torres, de la psicóloga Nancy Palomo y de la fonoaudióloga salteña Mariela Paredes, que integra el equipo que rehabilitará en Salta a Gabriel, se realizó el encendido. Ema se acercó a su hijo y le informó lo que estaba por ocurrir. El equipo pidió silencio absoluto.


La voz de la madre debía ser el primer sonido que escuchara el niño, y Andrea Medina encendió el dispositivo.

Instante crucial
“¡Hola! ¿Me escuchás? Soy tu mamá, tu mamá...”, le dijo Ema, al tiempo que también le hablaba con lengua de señas, para que el niño comenzara a integrar esos sonidos con el mensaje. De inmediato, Gabriel cambió de postura y sonrió. Esta respuesta hizo estremecer a la madre y al equipo médico.
El placer que sentía lo expresaba a través de su cuerpo; disfrutaba cada nota del xilofón y seguía con los pies el ritmo de un tambor. En su mar de tinieblas, los sonidos comenzaron a cobrar color.

FUENTE: LA GACETA