Jueves, 21 de Agosto de 2003 - Sociedad
Hay posibilidades educativas, para sordos, pero pocos ofrecen Trabajo.

El 21 de abril de 2003, La Voz del Interior publicó una nota titulada “Dramática denuncia de una joven sorda”, en la que se relataban las dificultades por las que había pasado una joven sorda al presentarse en la Jefatura de la Policía de Córdoba para radicar una denuncia de un delito de instancia privada. La joven tuvo que escribir la denuncia en un papel porque no llamaron a una intérprete.

Conmovida por la situación de la joven denunciante, Romina Finucci Pou, de 22 años, se comunicó para ofrecer su testimonio, ya que es hija de padre sordo y madre hipoacúsica. Su interés es que la gente conozca cómo es la vida, el trabajo y las dificultades de los sordos.

La mamá de Romina es de Córdoba y cuando tenía 17 años, para que recibiera educación especializada y ante la discriminación que existía con las personas sordas, la familia decidió ir a Buenos Aires.

“Allá, mi mamá conoció a mi papá, que es un sordo profundo, y se casaron. Mi madre, al ser hipoacúsica, con la ayuda de un auricular, puede escuchar bastante”, explica la joven, que ahora vive en Córdoba con sus abuelos que volvieron a su ciudad natal.

De acuerdo con lo que expresa Romina, sus padres tuvieron más posibilidades en Buenos Aires que en Córdoba.

“Mi padre entró a trabajar en el Deutsch Bank a los 18 años. Sacaba fotocopias. ¡Pero es un banco alemán!”, enfatiza Romina, y continúa: “En las torres que tiene el Deutsch Bank en Alemania, tienen departamentos especiales para gente con discapacidad”.

De sacar fotocopias, el papá de Romina pasó a trabajar en la imprenta. Luego hizo un curso especial para trabajar en el centro de cómputos. Chequeaba el triple que un oyente. No pudo ser jefe, por la imposibilidad de hablar por teléfono. “Cuando el banco cambió de firma, la integración fue más difícil. Papá comenzó a sentirse muy discriminado”, dice Romina, y continúa: “Mi mamá trabaja en una AFJP. Cuando quisieron venir a Córdoba con un pase, no pudieron, porque eran todas oficinas externas, con atención al público. En definitiva, no había lugar para ellos. Conseguir un trabajo es muy difícil y más en el interior”.

En cuanto a la educación de los sordos, existen las escuelas oralistas, que son las que educan a la persona para que pueda expresarse oralmente, y las instituciones que enseñan el lenguaje de señas.

El papá de Romina prefirió el lenguaje de señas. “Yo desde los 3 años aprendí ese lenguaje para poder entenderme con mi padre. Además, mi papá tenía temor de no poder comunicarse con sus hijos, por su problema auditivo, y no quería tener intérprete toda la vida. Yo lo aprendí naturalmente”, explica Romina.

En diálogo con María Karina Audisio, directora del Instituto Bilingüe para Sordos (Ibis), explicó que, si bien es cierto que en el ámbito laboral la inserción de los sordos es dificultosa, las opciones educativas y de reeducación son, actualmente, muy variadas. “Este establecimiento está dedicado a la enseñanza del lenguaje de señas”, explica Audisio.

El Instituto del Lenguaje y la Audición Córdoba (Ilac), que fue fundado en 1944, está especializado en alfabetizar sordos. Estela Ferrero de Granja, su directora, explicó que es un instituto dedicado a la educación de los niños y jóvenes con sordera.

También existe en Córdoba el Instituto Domingo Cabred, un profesorado en educación especial con orientación en alteraciones en el desarrollo sensorial, hipoacusia y sordera. Claudia Amusategui, la directora del establecimiento, expresó: “Este es un profesorado para la educación de personas sordas, que cuenta con un equipo técnico que ofrece atención a familias o niños sordos, ciegos o con cualquier discapacidad. Además, la cooperadora del Cabred ofrece apoyo terapéutico en lengua de señas, con un especialista”.

Si bien es cierto que Córdoba tiene una variedad educativa para personas con capacidades diferentes, muchos coinciden en que son discriminados para desempeñarse en trabajos calificados.

FUENTE: LA VOZ DEL INTERIOR ON-LINE