Río Tercero. Se le llama Aula para Discapacitados Auditivos,
y funciona desde hace 10 años en Río Tercero. La mayoría
de la gente ni sabe que existe.
Actualmente asisten una docena de alumnos de Río Tercero, Tancacha,
Almafuerte, Embalse, Berrotarán y Los Cóndores. Funciona
como un anexo de la escuela especial Rosa Gómez de Mellina, de
Embalse. Y cumple una función social y educativa destacada, aunque
poco difundida.
Las otras opciones que tienen estos alumnos especiales se ubican en
Río Cuarto y en Córdoba.
La psicopedagoga María Verónica Prieto contó –luego
de explicar cálculos matemáticos a Emiliano (9) y a Lucas
(11)– que implementan el mismo programa que en las escuelas primarias
oficiales, pero con distintas pedagogías. Se basan en tres niveles:
inicial, escolaridad y el integrado, de acuerdo a los avances intelectuales.
Una vez que el alumno sordo se integra a la escolaridad común,
debe seguir concurriendo dos veces por semana al aula diferencial,
para reforzar los conocimientos adquiridos. Cuando finalizan
el primario, pueden asistir al próximo nivel, en cualquier escuela
secundaria.
La mayoría de quienes padecen sordera continúan
con apoyo privado de profesionales, por un tiempo prolongado.
Integración
Prieto admitió que la integración a la escuela
común –que sería el objetivo final trazado–
suele ser un proceso complejo. La profesora para sordos,
Valeria Rolando, explicó que la sordera es una discapacidad que
afecta al lenguaje y a la comunicación. “Eso es lo que
le da miedo a las docentes de la enseñanza común”,
indicó para graficar lo complejo que resulta la integración.
Y agregó: “Para que tenga éxito depende
de tres pilares básicos bien plantados: la familia, la escuela
común y la escuela especial”.
“El lenguaje de señas es la lengua que le va a permitir
al niño, cuando todavía no tiene lengua oral, poder acceder
a los conocimientos para poder comunicarse y para entender el medio
que lo rodea”, explicó.
Las docentes admiten que el sordo se siente distinto al resto de la
comunidad porque tiene que esforzarse para comunicarse con los demás.